¿Qué tipos de memoria existen en el cerebro?

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Nuestro cerebro está compuesto por distintos tipos de memoria que nos permiten registrar variedad de información y recuperarla en el momento en que lo necesitemos. Recordar un concepto, cómo andar en bicicleta o nuestro último cumpleaños están situados en algún lugar de la mente, pudiendo acceder a ellos voluntaria o involuntariamente.

Los 2 grandes tipos de memoria y cómo funcionan

Memoria a corto plazo

Es la retención de información por un periodo breve de tiempo y es fundamental para entender «el aquí y el ahora». La duración de la memoria a corto plazo cambia dependiendo de la relevancia de la información o de la naturaleza de los estímulos que ingresan, pero por lo general perdura hasta treinta segundos como máximo.

Esta información puede ser una secuencia de números, imágenes, definiciones, conceptos, sonidos o simplemente una frase. 

La repetición puede hacer que la información permanezca en la memoria a corto plazo por más tiempo, sin embargo, la única manera de llevarla a la memoria a largo plazo es dándole un significado o relacionándolo con otras experiencias.

También forman parte de la memoria a corto plazo la memoria sensorial y la memoria de trabajo.

  • La memoria sensorial está relacionada con la información inmediata que se recibe a través de los sentidos (olfato, oído, tacto, vista y gusto).
  • La memoria de trabajo es la que nos permite desempeñar los procesos cognitivos más complejos durante el día a día.

A la memoria de trabajo también se le conoce como memoria operativa y nos permite razonar, comprender, resolver problemas y hablar de forma coherente tomando la información de la que dispone en el presente (recordemos que tiene una muy corta duración).

Memoria a largo plazo

En el lado opuesto está la memoria a largo plazo. Tiene que ver con la información que recordamos por periodos más extensos e incluso de forma permanente.

La capacidad que tiene es indefinida, aunque muchas veces es considerada como ilimitada, pese a que esto último constituye algunos problemas lógicos desde el principio de conservación de la masa-energía: es imposible tener algo ilimitado en un espacio limitado.

Con todo, se acepta que tenemos la posibilidad de aprender y memorizar tanta información como deseemos durante toda la vida. 

En este tipo de memoria encontramos dos divisiones: la memoria declarativa (explícita) y la no declarativa (implícita).

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El contenido académico es un ejemplo de memoria declarativa, pues podemos «declararla» en voz alta de forma consciente.

Memoria declarativa

La memoria declarativa es a la que accedemos de manera consciente. La construimos a partir de experiencias y conocimientos (hechos, objetos, lugares, caras, palabras) que adquieren relevancia para nosotros. Está ubicada en el lóbulo temporal de nuestro cerebro y, a su vez, se divide en episódica y semántica.

  • La memoria episódica tiene que ver con nuestras vivencias. Se accede de forma voluntaria a esos recuerdos, en los que destacan atributos del evento en cuestión (lugares, percepciones, etc.). Que algunos momentos estén más nítidos en nuestra memoria tiene que ver con la importancia que tuvieron para nosotros. 
  • Por otro lado, la memoria semántica es la que almacena todos los conceptos que vamos aprendiendo y que nos permite identificar o diferenciar los distintos aspectos de nuestro entorno. En sí, es la memoria que revive conceptos o datos muy concretos, como nombres de países u objetos, fechas de cumpleaños, u otras cifras en general. 

Cabe destacar, que se trata de una memoria asociativa, ya que relacionamos cosas del mundo con conceptos que ya tenemos guardados en nuestra mente. 

El hipocampo juega un rol clave en la memoria declarativa, y curiosamente también participa en la regulación de las emociones y en la navegación espacial. Esta extravagancia evolutiva es probablemente una de las razones por la que funciona tan bien la técnica del palacio de la memoria en el ser humano (imaginar lugares conocidos y situaciones emocionantes para memorizar mejor).

Memoria no declarativa 

Todo el tiempo estamos expuestos a estímulos e información que nuestra memoria almacena y reproduce posteriormente sin que nosotros seamos conscientes de dónde lo aprendimos. A eso se le llama memoria no declarativa. Es un proceso principalmente automático y que requiere de repetición, aunque esta sea inconsciente. Es decir, se mejora por medio de la experiencia.

Algunos ejemplos de memoria no declarativa o implícita son andar en bicicleta, conducir un automóvil, tocar un instrumento musical, etc. Es decir, tiene que ver con procesos más bien inconscientes que exigen destreza y habilidad. Las pericias deportivas también entran dentro de esta categoría.

Los tipos de memoria nos aportan información necesaria en distintos momentos de nuestra vida. Aprender cómo funcionan ayudará a establecer estrategias que nos permitan llevar información a una memoria de largo plazo, siempre que nuestras actividades o propósitos lo requieran. 

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