Llegando a la portería de su edificio en Tailandia, donde vivió con Violeta 8 meses, se encuentra con un yeso en el lugar donde estacionaba siempre su auto. El yeso trepa arriba de una camilla de hospital que estaba bloqueando el puesto y choca con un parche curita. El parche curita cae dentro de una mascarilla que vuela por el estacionamiento hasta llegar a la puerta que lleva al hall de entrada. Ahí le estaba esperando una botella de desinfectante, justo antes de los ascensores, como para sanitizar a la jeringa que se encontraba dentro del ascensor que llevaba a su departamento.
Este es un relato semi fiel de lo que pasaba en la mente de Manuel Vergara al batir el record panamericano de recitar la mayor cantidad de decimales del número Pi. Suena completamente absurdo, pero es un extracto de lo que comúnmente se denomina como Palacio Mental, una técnica que permite memorizar una gran cantidad de información, en este caso dígitos sueltos, que es probablemente uno de los contenidos más difíciles de recordar.
Manuel, que en marzo del 2021 batió el record latinoamericano, americano y del idioma español en recitar números de Pi, tenía 32 años, estudios en Ingeniería, pero sobre todo un talentosísimo escritor de guiones, habilidad clave en esta historia. Cuando lo conocí estábamos en la despedida de una amiga en común y notamos que era el único que no estaba tomando alcohol. Obviamente en Chile esto levanta suspicacias y al interpelarlo responde algo totalmente inesperado. No estaba tomando antibióticos, no había hecho una misteriosa manda. Estaba entrenando para batir un record… el de recitar la mayor cantidad de decimales del número Pi. Quedamos mudos, pero casi nos caemos de la silla cuando nos revela que iba en nada más ni nada menos que 20 mil. ¡VEINTEMIL!
Hoy en día no memorizamos ni los números de teléfono, pero cuando Manuel comenzó a familiarizarse con las mnemotecnias en el año 2017, decidió ponerse a prueba y memorizar cada vez más información. Al principio números de teléfono y extractos de libros. Para el 2020 había memorizado en pocos meses los primeros 10 mil primeros decimales de Pi y era algo así como un experto en mnemotecnias que hacía presentaciones en vivo donde memorizaba información random que le daba el público. Ciertamente parecía un show de magia, pero con la singularidad de que cerraba el evento con la revelación del secreto para lograr sus proezas. Es que las mnemotecnias, o técnicas de memorización, pueden ser aprendidas por todo el mundo.
En simple, podemos decir que la mente humana tiene la capacidad de memorizar prácticamente cualquier información, pero se puede facilitar el proceso de recordación de esta si la almacenamos bajo ciertos códigos. Por ejemplo, es mucho más fácil recordar una página completa de algunos libros que nunca hemos leído que 10 números de RUT que ya habíamos escuchado. Mucho más sencillo es recordar esa página de libro si tuviera información que nos interesara, una historia atrapante o por ejemplo si rimara. Las rimas se recuerdan unas a otras, es como si se tomaran de la mano con la siguiente en la mente y por eso nos aprendemos las canciones con tanta celeridad. Además, la melodía nos da pistas esenciales de lo que viene a continuación, porque implican cierta tonalidad y cantidad de sílabas. Por eso también podemos aprender incluso canciones completas en idiomas que no comprendemos en lo más mínimo. Pero ¿cómo recordar entonces 20 mil dígitos sueltos?
El Palacio Mental, un concepto que se ha hecho conocido en el último tiempo por películas y series como la de Sherlock Holmes, no es para nada moderno. Y es que debemos considerar que la alfabetización masiva es algo muy reciente, pero existen libros muy antiguos, como la Biblia o la Odisea, que han debido de ser transmitidos de alguna manera. Ya en la antigua Grecia se utilizaba esta mnemotecnia para representar horas de texto, ubicando conceptos importantes en distinto lugares del recorrido del palacio mental. El secreto, indica Manuel, es utilizar espacios físicos conocidos, como tu casa de infancia o cualquier lugar donde hayas habitado por mucho tiempo. De esta manera el recorrido es bastante fácil de armar, sólo queda la tarea (no menor) de ubicar en distintos puntos la información que quieres recordar.
Y cada experto memorizador tiene un código propio. En el caso de Manuel, se propuso dividir todos los números de Pi en grupos de 2 o 3 dígitos, cada uno representado por un concepto. Así el 101 puede ser un yeso y el 829 un pincel. Eso sí, algo que le ayuda a recordar el código es englobar en un solo “cluster” de conceptos a cada 10 números. Entonces del 100 al 110 son sólo objetos del rubro hospitalario y del 820 al 829, cosas relacionadas a las artes plásticas, por ejemplo. De esta manera no tiene que memorizar 20.000 conceptos y puntos del recorrido, sino “sólo” 6.000 paradas y 999 conceptos divididos en 2.000 clusters. Otros prefieren identificar cada número con una letra que se le parezca y memorizar un cuento algo más lógico pero largo, en que las palabras claves comiencen con la letra adjudicada al número correspondiente. Así el número 1 es la letra I y el 4 es la letra A… se lo pueden imaginar.
Pero la hazaña de batir el récord de 20 mil decimales del número Pi tiene que ver con algo mucho más desafiante: perseverancia y un profundo autoconocimiento. Porque para recordar este gran recorrido en el palacio mental que construyó, Manuel tuvo que dedicar horas de práctica y ordenar sus hábitos. Como cualquier deporte, debes tener la mente clara, el cuerpo sano y mantener a ralla a las voces que dicen “no vas a poder”. Por eso se levantaba a las 5 de la mañana a practicar, para luego tomar un desayuno saludable, hacer deporte y pasar horas en la oficina, ya que hay que seguir pagando cuentas y estos récords no suelen ser auspiciados. Fueron meses intensos que requirieron además mucha meditación para fortalecer la mente, pues, de perderte en el palacio, es muy difícil encontrar el camino de regreso.
El día del Evento Manuel sabía que debía desayunar medio plátano antes de comenzar y comer la otra mitad en medio de la recitación. De esta manera optimizaba energías y minimizaba las distracciones mentales (y por cierto digestivas), algo que aprendió con la aún más antigua técnica del ensayo y error. Así fue como la tenacidad le ganó a todos los obstáculos y aunque en algunos momentos su mente le quiso hacer una que otra zancadilla diciéndole “te vas a equivocar” o “pierdes tu tiempo”, luego de 3 horas recitando vendado en el Instituto de Filosofía y Ciencias de la Complejidad (IFICC), logró la meta. Quizás lo vieron en las noticias, pues ciertamente fue tema de orgullo nacional, tratándose de un país que para mi gusto, tiene una cultura con aspectos muy bellos, pero baja autoestima en general. En Chile a la gente le cuesta decir “yo puedo”… “obvio que puedo!”. Con esto Manuel nos quiso decir “si yo puedo, tú también”.
Paz Carrillo. Instagram:@pazcarr_f